La cultura del “güaro” se impuso nuevamente en Costa Rica. Hoy por hoy, no hay fiesta, bautizo, partido, reunión, entierro u ocasión nacional, folklórica, deportiva, política o incluso hasta religiosa, que no sea digna de un “mechazo”.
Tal pareciera que los ticos estamos dispuestos a atragantarnos los miles de litros de cerveza, güaros y demás finezas etílicas que circulan en todo lugar, en cualquier momento y por cualquier motivo, sin reparar las consecuencias.
A fin de cuentas, que cada bien haga con su hígado lo que quiera ¿pero que ocurre cuando un “wisky-boy” se sienta al volante?.
Aquí es donde la chancha tuerce el rabo. La mayor de las veces, tan irresponsable decisión, solo dolor provoca y en el pero de los escenarios, luto.
Así por ejemplo el reciente accidente que lleva dolor a una familia de Santa Cruz, Guanacaste y que involucra a un diputado del Movimiento Libertario, pasará a ser otro más, en la lista de tragedias en las que, la presencia de unos “traguitos” al volante pudo marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Ya serán los Tribunal de Justicia los que determinen mediante la huella de frenado, la física, la colocación de los vehículos, la velocidad y demás técnicas que se aplican a este tipo de delitos culposos, las responsabilidades penales y civiles que quepan contra el Congresista.
De lo que si podemos acusar ya a don Ovidio Agüero, es de haberse tomado ocho “wiskyllos” y montarse al volante, sin reparar en el demostrado peligro que ello representa en ese momento, para sí mismo y para los demás.
Y no se trata de hacer “leña del árbol caído”, ya el diputado ha ofrecido sus primeras reacciones y habrá que esperar a su favor eso que llaman debido proceso. Además para ser justos, aparte del diputado hay que enlistar a modelos de llamativa figura, funcionarios públicos de rango medio, una animadora de t.v., un alto funcionario del Consejo de Viabilidad, empresarios, comerciantes, choferes de buses, estudiantes y cuanto personaje imaginable del país se nos ocurra, que han sido “cachados” manejando “tápis”.
No cabe duda, la cultura del “güaro” se impuso desgraciadamente. No importa cuánta gente más tenga que morir en nuestras calles, siempre habrá un “supe rmaje” que cree que sus reflejos son mejores después de tres “farolazos”.
¿Cuánto luto más habrá que vestir en el país para que los diputados bajen el dedo y aprueben sanciones más rigurosas a los conductores temerarios? Es difícil saberlo en este complicado espectro de la política nacional en el que, las egolatrías dominan por sobre la seguridad y estabilidad nacionales.
En el caso concreto del diputado Oscar López del partido PASE, doy fe de que ha manifestado siempre su total consentimiento con las penas duras y altas multas que contempla el proyecto, no lo ha obstaculizado y más allá de eso, desde diciembre de 2006 presentó su propia iniciativa en la que solicitó calificar como delito calificado los atropellos de conductores ebrios. Parte la idea de don Oscar de que, cuando un sujeto pide la primera copa con las llaves de su carro en la bolsa, tiene total claridad y conocimiento de lo que está haciendo, por lo que, o está a punto de acabar con la vida de alguien, o como buen tico, sigue cumpliendo con el rito, de nuestra triste cultura del güaro.
A fin de cuentas, que cada bien haga con su hígado lo que quiera ¿pero que ocurre cuando un “wisky-boy” se sienta al volante?.
Aquí es donde la chancha tuerce el rabo. La mayor de las veces, tan irresponsable decisión, solo dolor provoca y en el pero de los escenarios, luto.
Así por ejemplo el reciente accidente que lleva dolor a una familia de Santa Cruz, Guanacaste y que involucra a un diputado del Movimiento Libertario, pasará a ser otro más, en la lista de tragedias en las que, la presencia de unos “traguitos” al volante pudo marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Ya serán los Tribunal de Justicia los que determinen mediante la huella de frenado, la física, la colocación de los vehículos, la velocidad y demás técnicas que se aplican a este tipo de delitos culposos, las responsabilidades penales y civiles que quepan contra el Congresista.
De lo que si podemos acusar ya a don Ovidio Agüero, es de haberse tomado ocho “wiskyllos” y montarse al volante, sin reparar en el demostrado peligro que ello representa en ese momento, para sí mismo y para los demás.
Y no se trata de hacer “leña del árbol caído”, ya el diputado ha ofrecido sus primeras reacciones y habrá que esperar a su favor eso que llaman debido proceso. Además para ser justos, aparte del diputado hay que enlistar a modelos de llamativa figura, funcionarios públicos de rango medio, una animadora de t.v., un alto funcionario del Consejo de Viabilidad, empresarios, comerciantes, choferes de buses, estudiantes y cuanto personaje imaginable del país se nos ocurra, que han sido “cachados” manejando “tápis”.
No cabe duda, la cultura del “güaro” se impuso desgraciadamente. No importa cuánta gente más tenga que morir en nuestras calles, siempre habrá un “supe rmaje” que cree que sus reflejos son mejores después de tres “farolazos”.
¿Cuánto luto más habrá que vestir en el país para que los diputados bajen el dedo y aprueben sanciones más rigurosas a los conductores temerarios? Es difícil saberlo en este complicado espectro de la política nacional en el que, las egolatrías dominan por sobre la seguridad y estabilidad nacionales.
En el caso concreto del diputado Oscar López del partido PASE, doy fe de que ha manifestado siempre su total consentimiento con las penas duras y altas multas que contempla el proyecto, no lo ha obstaculizado y más allá de eso, desde diciembre de 2006 presentó su propia iniciativa en la que solicitó calificar como delito calificado los atropellos de conductores ebrios. Parte la idea de don Oscar de que, cuando un sujeto pide la primera copa con las llaves de su carro en la bolsa, tiene total claridad y conocimiento de lo que está haciendo, por lo que, o está a punto de acabar con la vida de alguien, o como buen tico, sigue cumpliendo con el rito, de nuestra triste cultura del güaro.
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