domingo, 29 de junio de 2008

El desgobierno de la República

Por Lic. Victor Emilio Granados Calvo.
Secretario General del Partido PASE.

Hay muchas formas de analizar y entender un gobierno todo depende del ángulo desde el que se mire y del tipo de información en la que nos encontramos inmersos los gobernados. Ensayando una definición sencilla es posible decir que —el buen gobierno— es aquel que persigue fines altruistas el denominado bien común y —el mal gobierno— aquel que resulta dañino para la mayoría, perjudicial o contrario al bienestar comunitario.


Sin embargo el contraste bueno-malo es apenas una percepción fruto de la experiencia social sujeta a las variables de la realidad individualizada. Mientras que un mismo bosque es para un ecologista un paraíso que hay que preservar, para un empresario maderero representa materia prima traducible en producción, para el artista es un paisaje más, para ciertas especies su hábitat y para un cazador el escenario de su deporte.

De esa forma se explica que una misma decisión de gobierno puede entonces ser buena y mala a la vez, porque esas dos comprensiones extremas de la realidad tienen asidero en una irreproductible experiencia personalizada. La ciencia de gobernar está en tomar decisiones que sean percibidas como buena por la mayoría social y que en realidad lo sean.

Cosa muy distinta es el desgobierno. En un sistema de Estado constitucional como el costarricense, los valores que previamente fueron fijados por el constituyente, aunque formulados en términos generales, representan una escala abierta de principios a los que debe de someterse la política pública. Del desconocimiento de esos valores se nutre un desgobierno.

Nada tiene que ver un mal gobierno con el desgobierno que supone una condición distinta e implica un desplazamiento de los fines estatales. En palabras del catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense de Madrid Alejandro Nieto, el desgobierno es la finalización del modelo de organización de nuestra sociedad política hasta ahora conocida, por una superorganización en la que Estado ya no representa los intereses generales.

Para el autor de “La organización del desgobierno”, y “El desgobierno judicial”, esa variación del contrato social que legitimó al Estado de Derecho durante más de dos siglos lleva implícita una peligrosa pérdida en la legitimación de los poderes públicos. La virtual desaparición del Estado regulador, la confusión generada en torno a una actividad económica que muchas veces no distingue entre lo público y privado, la desnaturalización de la función administrativa y sobre todo la suplantación del sistema democrático por una “partidocracia” son algunas de las principales características de un gran desgobierno.

En el caso costarricense es claro que estamos en medio de un puro y auténtico desgobierno de la República en una época caracterizada por la entropía ideológica y las alianzas partidarias opacas en torno a intereses relativamente homogéneos. Aunque el fenómeno es similar al desatado en el sur del continente en nuestro país, la solución no es la misma. En el partido PASE proponemos recobrar la actividad reguladora del Estado sin renunciar a los beneficios del libre mercado y adquirir una nueva conciencia de la función administrativa que sin renunciar a las potestades controladoras sea más eficaz y acorde a las necesidades que imponen los nuevos tiempos.

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viernes, 20 de junio de 2008

¿Es libre el libre comercio?

Podemos demandar un comercio justo sin que se nos clasifique como antiimperialistas

Victor Emilio Granados Calvo,Secretario General, Partido PASE

A propósito del anunciado decrecimiento en la economía mundial, de la escasez de alimentos, de la inminente recesión que está a punto de explotar en los Estados Unidos o de la versión costarricense de esa crisis intitulada presidencialmente como “los años de las vacas flacas”, cabe formularse muchas preguntas en torno a la globalización y al libre comercio.

Nada libre. Para el doctor Joel R. Paul, de la London School of Economics (LSE), quien es un prestigioso profesor de Derecho Internacional y de Comercio Exterior en la Universidad de California (Estados Unidos), el libre comercio realmente no es nada libre, y persisten en nuestras economías globalizadas los mercados distorsionados, en los que la teoría pura de intercambio no es más que una ficción.

Los tratados comerciales, lejos de establecer reglas neutrales o pretender perfeccionar el libre comercio, deben ser entendidos como excepciones a esa libertad, y, para el académico, la exclusión o inclusión en los acuerdos internacionales de temas tales como la protección del medio ambiente, el reconocimiento de derechos laborales y sociales y la privatización o apertura de activos públicos, son opciones de tipo político.









Paul, en Do International Trade Institutions Contribute Economics Growth and Development? demuestra que tanto defensores como detractores del libre comercio apoyan sus posiciones en cifras reales y contundentes.

Por un lado, los alentadores indicadores macroeconómicos respecto de las exportaciones o del crecimiento en el PIB nacionales, y, por el otro, los costos sociales o “costos hundidos”, como él los llama.

Rechaza extremos. Sin embargo, rechaza las concepciones ideológicas de los extremos en que se apoyan esas cifras: la de los liberales clásicos y neoliberales, en el uno y en el otro, y la de la izquierda político-electoral, que, juntos, han generado una discusión maniquea: libre mercado frente a mercado regulado, intervención estatal versus “mano invisible”, redistribución del mercado contra impuestos, individualismo contra interés público.

El autor de múltiples ensayos acerca de la relación entre el derecho y el crecimiento económico –más allá de lo propuesto por la escuela de los años sesentas Law and Development –, se opone a la interpretación meramente instrumental de la norma jurídica y promueve su vinculación al contexto económico, político y cultural como forma de obtener provecho de los tratados regionales.

Desde esa perspectiva, no rechaza, sataniza o descalifica a las instituciones de derecho económico internacional, a las que considera un efectivo mecanismo para el acceso de los países pobres en igualdad de condiciones a la resolución de conflictos, sin dejar de criticar la ausencia de distribución de riqueza y sus consecuencias sociales tangibles –criminalidad, violencia, narcotráfico–.

Queda claro, entonces, que frente al libre comercio existen posiciones distintas, creativas y diversas a las posiciones extremas, y que los demócratas podemos demandar un comercio internacional justo sin necesidad de que se nos clasifique dentro de las filas del antiimperialismo.

En el partido PASE, creemos que sí es posible una redefinición del desarrollo económico desde la óptica de nuestros países pobres, a partir del papel del derecho como ciencia social capaz de proveer un marco adecuado de relaciones justas para el intercambio comercial, y además, como único instrumento posible de transformación democrática interna.

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