sábado, 15 de noviembre de 2008

¿Cuál inmunidad?

Pongamos los puntos a las íes, ni el diputado del Movimiento Libertario ni ningún otro diputado posee desafuero o inmunidad ante un delito en flagrancia.

Así lo dice el párrafo segundo del artículo 110 de la Constitución Política que para los efectos de incrédulos dice así “Esta inmunidad no surte efecto en el caso de flagrante delito ...”

Ahora, para redondear la cosa, con su permiso y a riesgo de parecer extremadamente leguleyo, pasemos a definir que es flagrancia de acuerdo con el artículo 236 del Código Procesal Penal.

Dice el numeral ( la doctrina, la jurisprudencia, Cabanellas, los penalistas del país y más de un “tinterillo” conocido) que habrá flagrancia cuando el autor de un hecho punible (entiéndase delito) sea sorprendido en el momento de cometerlo.

O sea al que lo agarren con las manos en la masa lo sorprenden en flagrante delito como dice la Constitución.

Por lo tanto en realidad ¿a cuál inmunidad renunció el diputado Libertario?.

Habrá algún profesional en derecho capaz de contradecir lo que tan claro se encuentra preceptuado.

Quienes fallaron en el incidente ocurrido en Guápiles, fueron las autoridades del MOPT y la Fiscalía de ese lugar. A cualquier otro prójimo en presumible estado etílico, o comprobado (por medio de la prueba de alcoholemia que mide en la densidad de la sangre la cantidad de alcohol), una vez que se ha ocasionado la muerte de un sujeto interviniente en un accidente de tránsito, sencillamente lo “embotan”, le dictan medidas cautelares, lo indagan y lo reseñan como imputado por un presumible delito de homicidio culposo.

Nada de eso se realizó en el caso en que intervino el padre de la patria, a pesar de que la Constitución facultaba a los autoridades a cumplir con su deber.

Más que inmunidad que ya quedó demostrado no existe en estos casos, lo que se dio en Guápiles fue un odioso privilegio y un claro incumplimiento de deberes de las autoridades que atendieron el caso penal.

Sigue siendo un mal endémico nacional, que existen tantas leyes como problemas, pero desgraciadamente, falta voluntad, coraje y honestidad para hacerlas cumplir.

La renuncia a la inmunidad del señor Libertario terminó siendo una especie de vacilón, porque en definitiva nadie puede quitarse de la cabeza, un sombrero que no le pertenece.

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