A pesar de que China será golpeada como tantas otras economías del mundo por causa de la crisis desatada en Wall Street, la expectativa es que su crecimiento económico llegue en este año 2009 a un envidiable 7%.
La intervención del Estado en la economía es la clave del éxito. Cuando se asomaba el desplome inmobiliario en los Estados Unidos el Estado Chino ordenó a los bancos disminuir la oferta de préstamos a un tiempo que incrementaban el gasto público y promovían recortes en las tasas de interés. Deliberadamente ha mantenido el valor de su moneda por debajo del real para generar mayores ingresos por exportaciones y a pesar de que desde la década de los años noventa del siglo pasado inició un proceso de economía de mercado, sectores estratégicos, importantes y claves como el de telecomunicaciones, energía, servicios públicos y servicios financieros, están bajo el total y absoluto control Estatal, incluida la transnacional Huawei que ya ronda por los patios de nuestro alicaído ICE.
China ha logrado una perfecta combinación entre Estado empresario y un creciente y pujante sector privado que se calcula que controla un 50% de la economía y hasta un 70% si se toma en cuenta a aquellas empresas estatales que operan como privadas.
Cerca del 60% del PIB y el 66% de nuevos empleos provienen de ese sector, pero, sin que el Estado desmantele su participación y gestión en la industria nacional.
El capitalismo Chino se evitó todo el caos y desorden que resultó del proceso de desregulación de la Unión Soviética y otras naciones socialistas que adoptaron el libre mercado, porque no cayeron en el cuento de la mano invisible y es el Estado quien fija precios, interviene en la bolsa de valores, controla los principales bancos y las políticas crediticias o limita las inversiones extranjeras.
Hay muchas cosas que no acepto y no comparto respecto de los chinos, especialmente aquellas que claramente atentan en contra de los derechos humanos y evitan cualquier asomo de pluralismo y democracia en esas tierras, por eso este artículo invita a que aprendamos las lecciones económicas de esa nación.
Siento que los costarricenses debemos de volver nuestra mirada a los años setenta, a un ideal de Estado que podía satisfacer las necesidades de todos, a un Estado que no le temía a ser empresario, que realizaba inversión pública, que generaba empleo; y siendo que es posible combinar ese tipo de Estado ideal con el sector productivo privado que también requiere de definiciones y de decisiones que le otorguen estabilidad y seguridad.
Me voy a permitir cerrar mi artículo con palabras del ex presidente Daniel Oduber. Por irónico que suene fueron editadas en el año 1980 y poseen en este nuevo siglo una actualidad que nos debe preocupar mucho a todos, se encuentran contenidas en una pequeña obra intitulada “Evitemos que nos devuelvan un país en escombros” y hoy las hago mías para concluir que:
“La ineptitud manifiesta, las decisiones inoportunas, las medidas contradictorias, la falta de visión en las metas y coordinación en las acciones, la inmadurez y la inexperiencia en la administración pública, la irresponsabilidad en la conducción de los asuntos de interés nacional y la arrogancia en el ejercicio del poder de este gobierno, han deteriorado y debilitado nuestra economía hasta el punto de hacer peligrar ya no solo la recuperación económica, sino también las instituciones, los valores democráticos y la justicia social de nuestro país.”
La intervención del Estado en la economía es la clave del éxito. Cuando se asomaba el desplome inmobiliario en los Estados Unidos el Estado Chino ordenó a los bancos disminuir la oferta de préstamos a un tiempo que incrementaban el gasto público y promovían recortes en las tasas de interés. Deliberadamente ha mantenido el valor de su moneda por debajo del real para generar mayores ingresos por exportaciones y a pesar de que desde la década de los años noventa del siglo pasado inició un proceso de economía de mercado, sectores estratégicos, importantes y claves como el de telecomunicaciones, energía, servicios públicos y servicios financieros, están bajo el total y absoluto control Estatal, incluida la transnacional Huawei que ya ronda por los patios de nuestro alicaído ICE.
China ha logrado una perfecta combinación entre Estado empresario y un creciente y pujante sector privado que se calcula que controla un 50% de la economía y hasta un 70% si se toma en cuenta a aquellas empresas estatales que operan como privadas.
Cerca del 60% del PIB y el 66% de nuevos empleos provienen de ese sector, pero, sin que el Estado desmantele su participación y gestión en la industria nacional.
El capitalismo Chino se evitó todo el caos y desorden que resultó del proceso de desregulación de la Unión Soviética y otras naciones socialistas que adoptaron el libre mercado, porque no cayeron en el cuento de la mano invisible y es el Estado quien fija precios, interviene en la bolsa de valores, controla los principales bancos y las políticas crediticias o limita las inversiones extranjeras.
Hay muchas cosas que no acepto y no comparto respecto de los chinos, especialmente aquellas que claramente atentan en contra de los derechos humanos y evitan cualquier asomo de pluralismo y democracia en esas tierras, por eso este artículo invita a que aprendamos las lecciones económicas de esa nación.
Siento que los costarricenses debemos de volver nuestra mirada a los años setenta, a un ideal de Estado que podía satisfacer las necesidades de todos, a un Estado que no le temía a ser empresario, que realizaba inversión pública, que generaba empleo; y siendo que es posible combinar ese tipo de Estado ideal con el sector productivo privado que también requiere de definiciones y de decisiones que le otorguen estabilidad y seguridad.
Me voy a permitir cerrar mi artículo con palabras del ex presidente Daniel Oduber. Por irónico que suene fueron editadas en el año 1980 y poseen en este nuevo siglo una actualidad que nos debe preocupar mucho a todos, se encuentran contenidas en una pequeña obra intitulada “Evitemos que nos devuelvan un país en escombros” y hoy las hago mías para concluir que:
“La ineptitud manifiesta, las decisiones inoportunas, las medidas contradictorias, la falta de visión en las metas y coordinación en las acciones, la inmadurez y la inexperiencia en la administración pública, la irresponsabilidad en la conducción de los asuntos de interés nacional y la arrogancia en el ejercicio del poder de este gobierno, han deteriorado y debilitado nuestra economía hasta el punto de hacer peligrar ya no solo la recuperación económica, sino también las instituciones, los valores democráticos y la justicia social de nuestro país.”
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