Aunque es muy pronto para asegurar que llegó el final del libre mercado y del libre comercio es decir la finalización del “capitalismo salvaje” que alguna vez definió muy acertadamente el Papa Juan Pablo Segundo, no cabe duda que la crisis permite a propios y extraños concluir que aumentaran las regulaciones y frenos del Estado en la actividad económica y que el poder y dominio de los Estados Unidos sobre el planeta se deslegitimó.
Para tener una idea de la magnitud de esta crisis a lo interno de los Estados Unidos bastará con entender que una cuarta parte de las ganancias corporativas de la nación, provenían de la actividad financiera y bancaria cuyo mercado de hipotecas se contraerá a una décima parte mientras que las reservas en billones de dólares de los bancos centrales asiáticos serían suficientes como para financiar diez planes de emergencias del presidente Obama.
Con la crisis, la intervención de los poderes públicos en el funcionamiento del sistema económico dejó de ser una posición ideológica, la era neoliberal de Reagan y Tatcher llegó a su final, el modelo anglosajón abrirá paso a regulaciones que irán desde prohibición de ventas al descubierto, tope de intereses, exigencia de mayores reservas, nacionalización de bancos, socialización de ganancias y freno a la especulación.
Amén claro está de un nuevo orden geopolítico pues un sistema multipolar se asoma ante la presión de los chinos y de algunas naciones socialdemócratas de Europa que como Alemania y Francia implementaron sus propias vacunas anti neoliberales y han hechos sendos llamados al mundo globalizado en reuniones del G – 8 para adoptar medidas que pongan fin a la desregularización irresponsable.
Aunque algunos analistas lo consideran imposible, el regreso al modelo del Estado empresario, con capacidad suficiente para incidir en el precio y/ o especulación de mercado de elementos claves como las telecomunicaciones, el transporte y el sistema financiero parece ser la solución. Faltará por delimitar hacia dónde va el capitalismo en una Costa Rica que aunque en recesión, no ha adoptado medidas suficientemente profundas como para garantizar estabilidad, seguridad y certeza a los empresarios y trabajadores nacionales.
El gobierno de los hermanos Arias que ha impulsado y patrocinado el liberalismo como cuestionable forma de desarrollo del país, más sorprendido que preparado ante los cambios que conlleva la crisis, no posee el bagaje ideológico suficiente para girar 180 grados el timón de un barco que sin remedio nos va a hundir a todos.
Con la crisis, la intervención de los poderes públicos en el funcionamiento del sistema económico dejó de ser una posición ideológica, la era neoliberal de Reagan y Tatcher llegó a su final, el modelo anglosajón abrirá paso a regulaciones que irán desde prohibición de ventas al descubierto, tope de intereses, exigencia de mayores reservas, nacionalización de bancos, socialización de ganancias y freno a la especulación.
Amén claro está de un nuevo orden geopolítico pues un sistema multipolar se asoma ante la presión de los chinos y de algunas naciones socialdemócratas de Europa que como Alemania y Francia implementaron sus propias vacunas anti neoliberales y han hechos sendos llamados al mundo globalizado en reuniones del G – 8 para adoptar medidas que pongan fin a la desregularización irresponsable.
Aunque algunos analistas lo consideran imposible, el regreso al modelo del Estado empresario, con capacidad suficiente para incidir en el precio y/ o especulación de mercado de elementos claves como las telecomunicaciones, el transporte y el sistema financiero parece ser la solución. Faltará por delimitar hacia dónde va el capitalismo en una Costa Rica que aunque en recesión, no ha adoptado medidas suficientemente profundas como para garantizar estabilidad, seguridad y certeza a los empresarios y trabajadores nacionales.
El gobierno de los hermanos Arias que ha impulsado y patrocinado el liberalismo como cuestionable forma de desarrollo del país, más sorprendido que preparado ante los cambios que conlleva la crisis, no posee el bagaje ideológico suficiente para girar 180 grados el timón de un barco que sin remedio nos va a hundir a todos.
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