Nuevas pandemias reventaron este siglo en franca amenaza a nuestra forma de vida. Por un lado la gripe A (H1N1) de la que ya bastante se habla y por otro, la fiebre de los políticos que buscan su reelección, virus menos conocido, pero a fin de cuentas, igual de contagioso y peligroso.
Las dos enfermedades tienen muchas cosas en común, a la gripe se le llamó primero porcina, a la reelección itis se le conocía antes como dictadura, ambas se caracterizan por una altísima calentura en los contagiados, unos tienen fiebre y los otros están enfiebrados. Las dos pandemias tienen capacidad de mutación, por ejemplo, contra la reelección existían vacunas constitucionales y una vasta memoria histórica que privilegiaba la alternancia, antes que la concentración de poder en unas mismas manos y contra la gripe, ya no basta con lavarse las manos. Los dos virus se parecen porque se iniciaron en nuestro Continente y son de fácil transmisión, ya existen evidencias de cómo la reelección itis saltó del sur hasta el centro de América, donde provocó fuertes golpes de cabeza en Honduras y un brote en Nicaragua que nadie sabe en que va a terminar.
Pero también existen diferencias, pues a nadie quiere que le agarre la porcina mientras que, uno que otro político está rezando para pescar la reelección. Los síntomas también son otros, la gripe se caracteriza por la tos y el estornudo, trajo consigo la muerte lenta del beso y del saludo y la reelección, sólo le da a los políticos que ya gozaron con las miles del poder, les provoca una especie de estado dulce del ego que como droga es imposible de renunciar. Cuando la calentura está en su nivel más alto, el político sufre de gigantismo, “espejito ... espejito ... solo yo puedo gobernar” dicen a menudo entre delirios y memorias gastadas los pobres enfermos.
En Costa Rica ya tuvimos nuestra propia cepa de reelección itis y desde la misma sala en la que se resguardaba el remedio, germinó enfermando a nuestra ya de por sí alicaída institucionalidad. Lo grave es ahora, la aparición de la continuitis, nombre arbitrario con que designo a la denominada continuidad del gobierno Arias Sánchez, que no es más, que una variación de la misma ambición de concentrar el poder político en poquísima gente.
La continuitis es también una fiebre, también es contagiosa y también provoca anhelos y ansias nada halagüeños en los infectados, supone ser menos agresiva que la reelección itis, pero en el fondo es tan mortal para las democracias como lo fueran cualquiera de los artilugios políticos del pasado, que buscaban la preservación del poder a toda costa, para unos mismos y sus ambiciones.
El único antídoto posible está a la vista y es gratuito, depende de que tan prevenidos seamos en realidad los ticos. Si contra la gripe nos piden ser desconfiados, contra las pandemias políticas deberíamos ser exageradamente prudentes y calculadores. Si lo mejor es no estar en contacto con un engripado por aquello de la porcina, pues tampoco el voto debería ser un regalo, porque si lo que atacan esas enfermedades es a quien tenga las defensas bajas, ¡pues defendámonos carajo!
Las dos enfermedades tienen muchas cosas en común, a la gripe se le llamó primero porcina, a la reelección itis se le conocía antes como dictadura, ambas se caracterizan por una altísima calentura en los contagiados, unos tienen fiebre y los otros están enfiebrados. Las dos pandemias tienen capacidad de mutación, por ejemplo, contra la reelección existían vacunas constitucionales y una vasta memoria histórica que privilegiaba la alternancia, antes que la concentración de poder en unas mismas manos y contra la gripe, ya no basta con lavarse las manos. Los dos virus se parecen porque se iniciaron en nuestro Continente y son de fácil transmisión, ya existen evidencias de cómo la reelección itis saltó del sur hasta el centro de América, donde provocó fuertes golpes de cabeza en Honduras y un brote en Nicaragua que nadie sabe en que va a terminar.
Pero también existen diferencias, pues a nadie quiere que le agarre la porcina mientras que, uno que otro político está rezando para pescar la reelección. Los síntomas también son otros, la gripe se caracteriza por la tos y el estornudo, trajo consigo la muerte lenta del beso y del saludo y la reelección, sólo le da a los políticos que ya gozaron con las miles del poder, les provoca una especie de estado dulce del ego que como droga es imposible de renunciar. Cuando la calentura está en su nivel más alto, el político sufre de gigantismo, “espejito ... espejito ... solo yo puedo gobernar” dicen a menudo entre delirios y memorias gastadas los pobres enfermos.
En Costa Rica ya tuvimos nuestra propia cepa de reelección itis y desde la misma sala en la que se resguardaba el remedio, germinó enfermando a nuestra ya de por sí alicaída institucionalidad. Lo grave es ahora, la aparición de la continuitis, nombre arbitrario con que designo a la denominada continuidad del gobierno Arias Sánchez, que no es más, que una variación de la misma ambición de concentrar el poder político en poquísima gente.
La continuitis es también una fiebre, también es contagiosa y también provoca anhelos y ansias nada halagüeños en los infectados, supone ser menos agresiva que la reelección itis, pero en el fondo es tan mortal para las democracias como lo fueran cualquiera de los artilugios políticos del pasado, que buscaban la preservación del poder a toda costa, para unos mismos y sus ambiciones.
El único antídoto posible está a la vista y es gratuito, depende de que tan prevenidos seamos en realidad los ticos. Si contra la gripe nos piden ser desconfiados, contra las pandemias políticas deberíamos ser exageradamente prudentes y calculadores. Si lo mejor es no estar en contacto con un engripado por aquello de la porcina, pues tampoco el voto debería ser un regalo, porque si lo que atacan esas enfermedades es a quien tenga las defensas bajas, ¡pues defendámonos carajo!
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