sábado, 11 de abril de 2009

¡Pobre Juan!


En la batalla de Rivas de 1856, un 11 de abril, frente al mesón de guerra cayó herido, el único soldado al que ha rendido tributo de héroe mi país sin ejército, Juan Santamaría. Un grupo de filibusteros al mando de William Walker tomó esa ciudad de Nicaragua con claras intenciones de invadir nuestro territorio, soberanía y dignidad.
Más de 500 valientes ticos, antes campesinos que matones, murieron en las dos grandes batallas en las que se entretejieron historias de auténtico patriotismo como la de Francisca (Pancha) Carrasco que empuñó un fusil para proteger al presidente Juan Rafael Mora.
En medio de la improvisación militar propia de quienes siempre hemos rechazado la guerra y sus manifestaciones, Juan se ofrece a quemar el mesón donde se atrincheran los terroristas invasores de Walker pagando por su hombría, el alto precio de su propia vida. ¡Qué bárbaro Juan! ¡Qué coraje de muchacho! ¡Qué ejemplo tan elevado para nuestra juventud! … pero
¡Pobre Juan! 153 años han transcurrido desde entonces y en mi país, no hacemos más que desfiles en su natal provincia de Alajuela para honrar su memoria.
La Costa Rica por la que dio su vida Juan, luce ahora más entregada a los caprichos de piratas extranjeros, que aquella que pretendió Walker. Dejemos las ideologías por fuera y hablemos de identidad. Vivimos en una época en la que se abusa del esnobismo, en la que nuestro idioma se ha desdibujado por causa del abuso de otros idiomas “mas rentables comercialmente”, en la que el folclor, la carreta y los símbolos patrios son “poladas” y los polos seres en extinción. Nuestra forma de ser cedió su paso a otra forma de saludarnos, de vestir, de contestar el teléfono o de comer (paradójicamente los tamales, las jaleas, el pozol, la chorreada, el jugo de caña, son platos para turistas).
A fin de cuentas Walker venció, no fue necesaria la dominación de nuestro territorio, bastaron algunos años y la influencia anglosajona en una deteriorada educación pública para que la invasión surtiera todos sus efectos nocivos en nuestras vidas.
¡Pobre Juan! No es culpa de la juventud que se basa en el ejemplo de políticos irresponsables y carentes de ideas que nos han gobernado por desgracia en los últimos años, con un resultado de dependencia económica alarmante hacia los Estados Unidos: La mayor parte de nuestras exportaciones van a esa nación, el mayor porcentaje de inversión extranjera proviene de esa nación, la seguridad y patrimonio de nuestras aguas territoriales está en sus manos, los créditos internacionales dependen de su aval o beneplácito.
La reciente aprobación del inútil TLC (que en medio de la crisis queda demostrado no sirvió para generar ni un solo “pinche” empleo) es otro triste ejemplo del cómo, frente al temor del castigo y reproche de los EEUU, una bandada de ticos se apresuraron a decirle si a Walker sin reparar en las consecuencias verdaderas que dicho tratado ocasionará en nuestra soberanía. No se trata de ser anti yankis, revolucionarios de escopetas gastadas o clamar por soluciones marxistas que ya fueron probadas y no sirvieron de nada. Se trata de dignidad, de trato igualitario, de la identidad por la que bastante sangre se derramó en Rivas.

Estados Unidos es una gran nación con una gran historia en la conformación de su vida democrática, pero Costa Rica también tiene su propia historia y fue grande, sino que lo diga, el pobre de Juan. Este 11 de abril mas que recordar podemos, empezar por regresar individualmente al regazo de nuestra idiosincrasia y continuar más adelante, negándole el voto a quienes e han atrevido a desafiar la memoria de los héroes caídos de 1856.

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