El lunes pasado pasaba por la puerta de entrada uno de los colegios católicos más tradicionales de la Ciudad de San Juan y me llamó la atención ver sobre el marco del portón un enorme cartel con la leyenda "Felices Pascuas" con la imagen de... ¿Cristo? no, frío frío: era la imagen de un simpático "conejito de pascuas"...
En el mundo occidental, mayoritariamente nos decimos creyentes en Dios y, en muchos casos, cristianos. Pero a la hora de las fechas litúrgicas importantes a lo largo del año, la banalización de la religión denota una gran frivolidad cuando deformamos el significado de esos momentos.
Sucede en las vísperas de Navidad, en donde todos corremos en un loco consumismo, preocupados por los detalles de la cena para comer hasta reventar y comprarnos los regalos que no nos hacemos durante el resto del año. Caminando por las calles de cualquier ciudad del mundo, vemos omnipresente a Papa Noel (o Santa Clauss, según el caso... jojojojooooo) invitándonos a comprar más y más. Y del supuestamente homenajeado, Jesús de Nazareth, ni noticias... a nadie le importa conmemorar el nacimiento de Dios hecho Hombre. Para muchos, la figura del "bonachón" de Papá Noel termina tapando al mismísimo Jesús...
Ahora estamos transitando Semana Santa días que, a pesar de que confesamos ser cristianos, invitan a una suerte de minivacaciones. Pobre, Jesús... con nosotros no gana para disgustos: si en Navidad lo desplaza ese "generoso" anciano vestido con los colores de la Coca-Cola, ahora en Pascuas un insignificante conejo lo reduce al olvido, junto con toda una artillería de (ricos) huevos de chocolate.
Esto no es más que una muestra de la contradicciones que forman parte de todos y cada uno de los seres humanos que habitamos en este lindo y loco mundo. Así y todo, Dios nos ama infinitamente. Es muy cierto lo que dice Friedrich Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra, "hasta Dios tiene su propio infierno que es su amor por los hombres".
Para aquellos que nos decimos creyentes, debemos tener en cuenta que Dios no pretende que cada uno de nosotros sea un ser inmaculado para que recurramos a Él. Más allá de las miserias y errores que cada uno de nosotros podamos tener, esta Semana Santa es una buena ocasión para reflexionar acerca de la grandeza de Jesucristo que vino a hacerse servidor de la humanidad, traspasado la muerte con su propia Muerte y abrirnos paso a la Vida Eterna con su Resurrección.
Pascua significa "paso". Los israelitas celebran su pascua para conmemorar el paso por el Mar Rojo cuando, liderados por Moisés, huían de los egipcios. Los católicos celebramos la Pascua en el sentido de que es el "paso" que Jesús dio desde la vida, cruzó la muerte para llegar a la Vida Eterna. Gracias a la Pascua de Jesús, cuando nos toque morir podremos también resucitar en Dios.
Desde tierras lejanas, pude rescatar tan buen Artículo:
http://cerromercedario.blogspot.com/
En el mundo occidental, mayoritariamente nos decimos creyentes en Dios y, en muchos casos, cristianos. Pero a la hora de las fechas litúrgicas importantes a lo largo del año, la banalización de la religión denota una gran frivolidad cuando deformamos el significado de esos momentos.
Sucede en las vísperas de Navidad, en donde todos corremos en un loco consumismo, preocupados por los detalles de la cena para comer hasta reventar y comprarnos los regalos que no nos hacemos durante el resto del año. Caminando por las calles de cualquier ciudad del mundo, vemos omnipresente a Papa Noel (o Santa Clauss, según el caso... jojojojooooo) invitándonos a comprar más y más. Y del supuestamente homenajeado, Jesús de Nazareth, ni noticias... a nadie le importa conmemorar el nacimiento de Dios hecho Hombre. Para muchos, la figura del "bonachón" de Papá Noel termina tapando al mismísimo Jesús...
Ahora estamos transitando Semana Santa días que, a pesar de que confesamos ser cristianos, invitan a una suerte de minivacaciones. Pobre, Jesús... con nosotros no gana para disgustos: si en Navidad lo desplaza ese "generoso" anciano vestido con los colores de la Coca-Cola, ahora en Pascuas un insignificante conejo lo reduce al olvido, junto con toda una artillería de (ricos) huevos de chocolate.
Esto no es más que una muestra de la contradicciones que forman parte de todos y cada uno de los seres humanos que habitamos en este lindo y loco mundo. Así y todo, Dios nos ama infinitamente. Es muy cierto lo que dice Friedrich Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra, "hasta Dios tiene su propio infierno que es su amor por los hombres".
Para aquellos que nos decimos creyentes, debemos tener en cuenta que Dios no pretende que cada uno de nosotros sea un ser inmaculado para que recurramos a Él. Más allá de las miserias y errores que cada uno de nosotros podamos tener, esta Semana Santa es una buena ocasión para reflexionar acerca de la grandeza de Jesucristo que vino a hacerse servidor de la humanidad, traspasado la muerte con su propia Muerte y abrirnos paso a la Vida Eterna con su Resurrección.
Pascua significa "paso". Los israelitas celebran su pascua para conmemorar el paso por el Mar Rojo cuando, liderados por Moisés, huían de los egipcios. Los católicos celebramos la Pascua en el sentido de que es el "paso" que Jesús dio desde la vida, cruzó la muerte para llegar a la Vida Eterna. Gracias a la Pascua de Jesús, cuando nos toque morir podremos también resucitar en Dios.
Desde tierras lejanas, pude rescatar tan buen Artículo:
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