Cuando el barco estaba a punto de encallar de tanto cansancio, fue golpeado por una ola gigante de crisis financiera internacional que nos recordó que nuestra pequeña embarcación, depende tristemente de las tormentas, los rayos y los truenos de otras latitudes a las que se somete nuestro destino. Fue el momento entonces de que el capitán pasara a constructor y nos propusiera edificar una casa ante la emergencia, Con paredes, piso y techos, el rancho se levantó medianamente, aunque enclenque y maltrecho.
El carpintero –antes marinero- no aflojó el martillo, impidió que otros constructores que tenían planos distintos participaran en la construcción de una casa que cobijara más y mejor a todos y a todas “el consenso es la negación del liderazgo” sentenció entre serruchos y lijas.
Finalmente fuimos advertidos –otra vez de vuelta al barco- que a pesar de que soplen vientos en contra, a pesar de que se quiera hundir y el agua entre por cualquier rendija, el capitán -cual promesa o amenaza- no soltará el timón.
De Arias a Arias (administraciones 1986-1990 y 2006-2010) la única verdad es que el barco vaga a la deriva sin dirección. Antes existía un rumbo claro que nos convenía más a todos y no solo a los pasajeros preferidos.
Si repasamos lo acontecido en los últimos veinticuatro años podremos descubrir que por la borda se tiraron cosas tan importantes como la solidaridad para con los menos favorecidos, la verdadera responsabilidad social del Estado y la credibilidad de los costarricenses en sus instituciones públicas. Todo fue arrojado en la mar de promesas sin cumplir y en su lugar, abrieron campo a bordo, entre camarotes oscuros, literas y anzuelos que no son de pescar, a un supuesto desarrollo que solamente ha servido para ensanchar la brecha entre pasajeros y socavar a un grupo humano –mayoritario- que no viaja en primera clase.
Cada cuatro años el timón debe cambiar de mando o al menos de manos, o al menos de cara, por lo que se hará necesario que los socios de este viaje, elijamos a un nuevo capitán o capitana. Lejos de esperar a un salvador que descubra la tierra prometida, tendremos el deber de identificar entre piratas de oficio, marineros con brújula privada y gente con alma de lucha, a quien tiene la verdadera capacidad de sortear oleajes y huracanes venideros.
A fin de cuentas todos estamos trepados en este barco, el agua ya nos llega hasta el cuello y si esto sigue por el mismo rumbo, nos vamos a estrellar contra un farallón.
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